PREGUNTAS FRECUENTES
Las vacunas funcionan preparando al cuerpo para combatir enfermedades. El cuerpo practica la lucha contra la enfermedad fabricando anticuerpos que reconocen partes específicas del germen. Esta respuesta permanente o duradera implica que, si alguna vez alguien se expone a la enfermedad real, sus anticuerpos ya estarán preparados y el cuerpo sabrá cómo defenderse, de modo que no contraerá la enfermedad. Esto se llama inmunidad.
Las vacunas contienen partes del germen, o sustancias similares producidas en laboratorio, que han sido tratadas para que estimulen la inmunidad sin producir la enfermedad.
El componente principal, que se llama antígeno, es esa sustancia capaz de estimular nuestro sistema inmune para producir la defensa específica contra el germen. Además, las vacunas también contienen:
Conservantes: para prevenir la contaminación de las vacunas.
Estabilizantes: evitan la degradación durante su almacenamiento.
Adyuvantes: sustancia que al incorporarse a la vacuna acelera, potencia y prolonga la respuesta de la inmunidad.
Es imposible contraer la enfermedad a partir de cualquier vacuna inactivada.
El riesgo de contraer enfermedades a través de las vacunas atenuadas es prácticamente improbable, pero si pueden generarse algunos efectos adversos leves remotamente similares a la enfermedad como fiebre. Las vacunas atenuadas no se usan en personas con inmunosupresión activa para que se mantenga esa improbabilidad.
Las vacunas reducen considerablemente el riesgo de que su hijo o hija contraiga enfermedades graves (sobre todo, cuanta más gente se vacune) favoreciendo la inmunidad de rebaño, es decir, protegiendo también a quienes no hayan podido recibir la vacuna.
A un padre o a una madre, les puede resultar difícil llevar a sus hijos a que le pinchen, pero este dolor de breve duración no es nada en comparación con el sufrimiento de un episodio potencialmente mortal de difteria, tos ferina o sarampión.
Las vacunas son eficaces y seguras, pero en un porcentaje muy reducido podrían no generar inmunidad debido a características intrínsecas del individuo. Por esta razón, cuando la mayoría de los niños están vacunados, la inmunidad de rebaño protegerá a quienes no estén totalmente protegidos.
La meta de las vacunas consiste en ayudar a mantener sanos a niños sanos. Puesto que la función de las vacunas consiste en proteger el cuerpo antes del ataque de la enfermedad, si espera a que su hijo se ponga enfermo, será demasiado tarde para que la vacuna pueda surtir efecto. El mejor momento para vacunar a los niños es precisamente cuando están sanos, para que la respuesta inmune sea suficiente para exposiciones posteriores.
Las reacciones más frecuentes a las vacunas son leves e incluyen las siguientes:
• Enrojecimiento e hinchazón en el lugar del pinchazo
• Fiebre
• Dolor o molestias musculares en el lugar del pinchazo
En casos aislados y raros, las vacunas pueden desencadenar problemas más graves, como convulsiones o reacciones alérgicas graves. Si su hijo tiene antecedentes de alergias alimentarias o a medicamentos, o si ha tenido algún problema con una vacuna anterior, asegúrese de informar al personal de salud antes de ponerle cualquier vacuna.
En general las vacunas son seguras, y esto mejora mientras avanzan nuevas tecnologías y se conoce más sobre los componentes de ellas.
Las vacunas ayudan al sistema inmunitario a combatir las infecciones de manera más eficiente, ya que provocan una respuesta inmunitaria a enfermedades específicas. De este modo, si el virus o la bacteria vuelven a invadir el organismo en el futuro, el sistema inmunitario ya estará preparado para combatirlo.
Una de las mejores formas de proteger a tu hijo es seguir el calendario de vacunas recomendado en tu país. Cada vez que retrases una vacuna, estarás aumentando la vulnerabilidad de tu hijo a la enfermedad. Sin embargo, cuando esto pase, no dudes en acercarte al centro de salud, pues la mayoría de las vacunas pueden recuperarse.
Las vacunas protegen a tu hijo contra enfermedades graves como la poliomielitis, que puede causar parálisis; el sarampión, que puede causar edema cerebral y ceguera; y el tétanos, que puede provocar dolorosas contracciones musculares y dificultades para comer y respirar, especialmente entre los recién nacidos. Las vacunas que ofrece el Ministerio de Salud Pública protege contra 26 enfermedades.
Las vacunas son medicamentos muy seguros, pues son sometidas a estudios estrictos antes de poder administrarse a la población y siguen siendo vigiladas incluso una vez comercializadas. No obstante, como todos los medicamentos, pueden producir efectos secundarios que por lo general son muy leves.
Una cantidad reducida de vacunas puede proporcionar una inmunidad de por vida. Otras duran muchos años, pero se necesitan dosis periódicas de refuerzo para lograr una protección continua contra la enfermedad. Uno de los motivos de que todavía haya brotes de ciertas enfermedades.
Es importante que lleve un registro de las vacunas que ha recibido su hijo para que su médico sepa cuándo necesitará ponerse una dosis de refuerzo. Asimismo, asegúrese de que su hijo se ponga la vacuna antigripal todos los años en las campañas estacionales.
Se procederá a la vacunación contra Hepatitis B y BCG. Hasta ahora, muy pocos bebés nacidos de madres con COVID-19 han tenido una prueba positiva del virus en los primeros días de vida. Tampoco existen informes publicados sobre recién nacidos